Entonces corta. Abre camino y corta porque esa es su misión o su objetivo. A veces, hasta su compulsión.
Uno
da el paso de decir la verdad y se libera, siente como se cae la
mochila desde adentro del vicio de sujetarla hasta quedar doblado y de
repente, regresa, sin ese peso hondo, a caminar erguido.
Luego,
una vez que ya se ha dado el paso, ordenado el tablero y vaciado la
escarcha, cuando el otro nos ve como un cristal que acaba de romper un
grito fáctico, cuando el otro dirime que estamos en una intemperie que
desconocemos porque nos hemos roto y renacido más allá de nuestra carne
viva, queda así, estupefacto. Y prefiere alejarse de aquello en lo que
se refleja extrañamente, como en un charco a medio coagular y que él
mismo ha provocado.
La verdad es parecida a la voladura de un puente.
La verdad, en este caso, es parecida a la voladura del único puente que podía acercar dos soledades destinadas a no entenderse nunca.
La verdad, en este caso, es parecida a la voladura del único puente que podía acercar dos soledades destinadas a no entenderse nunca.
(De: Hojas de sombra - ed 2012)