יום רביעי
Todo
en mí es una guerra. Tengo un mimetismo desbordado con el olor a muerte y este
sudor espeso, este sudor de enfermo que mira un techo gris para imaginar
pájaros.
Al
final soy un cuervo desteñido que imagina un cielo al que no llega el poder de
sus alas. Entonces imagina otra clase de pájaros allí. Pájaros, muchos pájaros.
Vuela con otras alas. Descubre el viento con otra liviandad. Se sostiene sobre
esta cama como si pudiera transformarla en un Zeppelin tan sólo con el vuelo en
que no vuela. Levita sobre ese vuelo muerto, como un Zeppelin.
El
cuervo apedreado y roto en muchos pedazos de cuervo que no vuela, imagina otros
pájaros y vuela. Para volar es ave que probó la victoria del viento, aunque
todo en él se haya vuelto repentinamente putrescible.
Hasta
mi memoria se ha puesto putrescible y acerca a mi garganta cosas feas como las
culpas viejas, las ausencias desesperantes, la obviedad del cansancio y esa
mirada torva que no perdona al mundo en el que ha visto lo que ningún humano
debería ver jamás. Me han tocado pocas flores bonitas, salvo en los velatorios
y en los pasillos largos de los cementerios, en las tumbas de tierra y en el silencio
de lo que ha dejado -al fin- de acontecer.
Vuelo
como un espectro a través de mí mismo bajo este techo gris. Pero no puedo irme. Las anclas no se escapan de los barcos. Deben sujetar al fondo la deriva.
Entonces, anclo en mí con las uñas que no tengo ya y con los dientes rotos que
no muerden y con el corazón. Anclo en mí con mi sangre, con el esperma de
fundar los hijos, con la ira, con la desolación y con la lágrima.
Anclo
en mí como puedo, para que se rearme el cuervo como un pájaro apócrifo,
deforme, descatalogado por las enciclopedias. Un pájaro que cruje y se deshace
y se despluma y vuelve. Un pájaro espantoso, hecho de trozos de pájaros comidos
y de viejos insectos diluvianos con probóscides y púas de matar al insecto o al
pájaro contrario.
Porque no me resigno a
que el cuerpo no me quiera más, anclo
en mí como puedo con este regimiento de garras que es mi alma.
Imagen by Khalil Chishtee