Viajo en el fiel de la sombra
que un filo de luz transida
rompe como un canto largo
de bocas desavenidas
y levantando esqueletos
monta aquelarres de ruinas.
Decapitando Quirones
me embarro hasta la verija
hundiendo a mano desnuda
el quebranto que me habita
en el pantano sin piel
de las noches homicidas.
Que debo muerte y me deben
es cosa del día a día
como este andar a los tumbos
por calles en que llovizna
sobre la espalda sin alas
de un diablo que se persigna.
Desarmo cuarenta veces
la calidad de mi hombría.
La baño en putas que sangran
la abandono a la deriva,
la asfixio, la despedazo,
como a una muñeca frígida
que no sirve para un polvo
de los que salvan la vida.
Y amanece como siempre.
La ciudad se despabila
con un alarido sordo
de ferocidad y tirria.
Yo enfundo en la sobaquera
el insomnio y la desidia,
pongo el seguro a la furia
de la bestia que me eclipsa
y siento el fragor desnudo
de su alarido en mis tripas.
Salgo al mundo como siempre,
como sale la injusticia,
tan vigoroso e impune
como un héroe de película.
Le pongo cara de póker
a ese dios que me acribilla.